domingo, abril 22, 2007

Fin de semana

Termino por tener un fin de semana desesperante, con buenas noticias pero sin nada que hacer. Esta vez no quiero leer, salir, para variar me da flojera, el sol me molesta para caminar y caminar por las tardes a la orilla de la playa me da asco, detesto esa sensación pegagosa que te deja en el cuerpo el agua putrida del mar; ese mar que aquí es pura mierda.

Salímos por la tarde. Decidí tomarla libre, tuve sueño, pero cuando quise dormir no pude, me llamó por teléfono para que le fuera a ver, para que le dijera si se veía guapa. Fuí y regresé enseguida. A mi no me gustó.

Tomamos el camión y llegamos al centro, compramos en el mercado. Fresas, mangos, uvas, nopales, aguacates, carne. La comida para la semana, aquí cada día las cosas se parecen más a vivir en casa. Llega la noche y mi desesperación crece, me desespera estar aquí o más bien será, que me desespera estar en Veracruz. Ningún plan esta dado hasta que se comienza a llevar a cabo.

Acordamos que vendría a pasar aquí la noche, que llegaría como a la una de la mañana. Entre sueños espero la hora y no llega, me duermo y despierto a las 2 am, pienso que ya no vendrá que estará durmiendo en su casa, que se cobija entre las piernas de un cabrón, que se yo. Tengo tanto sueño que no pienso más me doy la media vuelta y continuo durmiendo, soñando, teniendo pesadillas y hoy que lo pienso mejor, me doy cuenta de que en el sueño se desnuda nuestra mente. El teléfono suena a las seis de la mañana, voy para tu casa me dice y antes de que yo pueda decir algo más que no sea, por qué a esta hora, me cuelga. Ahg!! me molesta, como se atreve a hacerme esto a llegar cuando quiera como quiera. Que no piense que le acomodaré las almohadas y le daré ropa para dormir, sólo le hago un espacio en mi cama. Llega y yo solo le aviento las llaves, cual perra fuera. Seguramente se cago cuando hize eso y admitó por un momento me arrepentí. Durmió en el sofá, sin nada sólo se durmió ahí. Para que en la mañana, más tarde yo le diga que se vaya a la cama.

Preparo el desayuno, un licuado de fresas con uvas. Platanos cocidos. Se despierta y comenzamos a limpiar mi cuarto. No le digo nada, no me enojo ni se enoja, sólo me explíca porque llegó a esa hora. Jugamos, comemos, se baña, me baño, dormimos y yo despierto con el mismo hastio, la misma desesperación y sólo sabe decirme que salgamos a caminar. De regreso se queda en su casa, yo llego a la mia y sigo igual. Con un dolor que me taladra la cabeza.

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