miércoles, noviembre 24, 2010

Sin mi historia en sus recuerdos...

El viento no sílbaba, tampoco se escuchaba el cantar de los pájaros. No olía a flores, mucho menos a tierra húmeda, no frío, no calor, sólo la muralla que formaban los cerros. Mi abuelo al frente, de espaldas a mi.

Sólo la mirada perdida, las ideas escurriendo entre la naríz y los ojos, qué estaba haciendo ahí, cómo había llegado al lugar donde pertenecía, donde jamás imaginé estar.

Un día antes había visto por primera vez a mi abuelo; sentí el abrazo de sus ojos, aquel que temeroso no me pudo dar en el primer momento, pero que poco tiempo después supo era el mismo con el cual yo lo recibía en silencio. A ella era la había visto antes, recordaba su mirada y su voz reverberando en el tiempo... me estás diciendo mentiras, éso había dicho, no recordaba en qué, sólo el haberla visto pocos minutos, suficientes para pensar que jamás volvería a suceder.

Tenía 22 años y comenzaba a descrubrir quién era.


¿Cuántas veces te preguntaste si ese momento llegaría?¿Cuántas veces te negaste a creer?, tenías miedo, el mismo miedo que tienes ahora, la misma desconfianza. El rechazo. Ahora estabas ahí, entre cerros y ágaves, tomabas la cámara y aputabas a un lado cuando descubrías su mirada, la mirada de tus abuelos sobre ti; ellos te sonreían.

No lograba entender el significado de esas letras, para mi siempre solo había existido gente, mi mamá, mi abuela, pero eso, familia, era algo lejano. No sabía que se sentía, y no sabía que se debía de hacer, cómo se tenía que actuar.


Mi nacimiento, producto de una de las muchas infidelidades de Benjamín jamás fue un secreto para ellos, sin embargo, las circunstancias me arrojaron al olvido parcial. No conocí la casa vieja, ni los diciembres, tampoco las bodas de oro, mi historia no estaba en sus recuerdos, pero mi imagen se dibujaba como un fantasma en sus fotos.

domingo, noviembre 07, 2010

Año bisiesto de Michael Rowe.




Mi historia con Año Bisiesto comenzó sin que yo lo supiera. Un domingo, como acostumbo a hacerlo, compré El Universal, y el Día Siete tenía en portada al director de dicha película. Leí toda su historia, y he de admitir que presté más atención a ésta que a la razón por la cual ése hombre tenía ese espacio especial en la revista.

Cuando en la pantalla apareció la escena en el súper mercado, lo último en lo cual pensé fue en que toda la película se desarrollaría en un departamento. En el primer shot de imagenes, esperé y esperé a que el chico del súper en algún momento tuviera algo que ver con la protagonista, pero simplemente no pasó nada.

Conforme comienzan a transcurrir las escenas, la sensación de entrar a un laberinto es recurrente. Poco a poco, aún a aquellos que se jacten de que la película es mala, quedan impresionados por algo que ven reflejado en una fracción de segundo.

Año Bisiesto, nos lleva de la mano, sin pausas, ni prisas, hasta las profundidades de la soledad; retrata cuadro a cuadro algunos de los aspectos más obscuros que guardan para su intimidad, aquellas personas que pasan desapercividas a nuestro lado.

La película es lenta, sí, hasta cierto punto podría decirse que sí, sin embargo, la intensidad de la historia que se cuenta requiere que sea de esa forma, porque no se habla de una historia de acción, sino de una mirada hacia el interior de la vida de un ser humano, que vivía sin vivir, a paso lento, sin la mirada hacia un lugar a donde llegar. Los días comienzan a transcurrir más rápido conforme Arturo comienza a invoucrarse más con Laura, conforme ella se establece un objetivo.

Por otra parte, el personaje del hermano como único puente entre el mundo de Laura y la realidad, hace un revelado nítido de cómo muchas personas siguen viviendo por los demás más que por ellos.

De las escenas de sexo, creo muchos nos dejamos llevar más por el morbo y a final de cuentas esa nota del sadomasoquismo no es más que un recurso más para dibujar a Laura y a su soledad.

Año bisiesto de Michael Rowe, nos regala una perspectiva diferente del vacío humano, capaz de permanecer en la mente del espectador (tanto del que queda conforme, como el inconforme)semadas después de haber visto el filme. Vale la pena voltear a ver el mundo, al pararse de cabeza, no todo tiene que transcurrir en forma lineal.