jueves, septiembre 02, 2010

Anécdotas de la otra cara

“Vi, a uno de los que viajaba conmigo, caer del tren y que le pasara encima, le rebanara las piernas, usted sabe, está cabrón …”.

Podría comenzar la historia de la misma forma en que la han contado una y mil veces. Acababa de salir de la universidad cuando me fui del país; desconocía de que medios me valdría, y lo único certero, que se repetía en mi mente, era la idea de dejar México; trabajar a costa de lo que fuese, en lo que se pudiera y juntar dinero.

Comencé a vivir una vida prestada.
Transitar por las calles de Houston, cuando la luz natural se comienza a extinguir, puede ser peligroso, mucho más si a esto se le suma el hecho de no hablar el idioma y ser ilegal. Esperaba el autobús; a mi lado un hombre moreno, camisa cuadros y pantalón de mezclilla, abrazaba una mochila: junto a él, un negro muy alto, flaco, trenzas pegadas al cráneo, ropa extremadamente holgada.

-¿Tiene mucho tiempo esperando el bus?
-Sí, señorita, ya se tardó en pasar

Esas fueron las primeras palabras que escuché de ese hombre, y minutos después conocí gran parte de su vida. Apenas dos semanas atrás había llegado de Honduras, su travesía, como la de muchos estaba plagada de penas y agonía; golpes, robo, mutilaciones, abusos de los coyotes, particularmente de los mexicanos. Fue en la frontera de México y Estados Unidos, donde uno de los coyotes le robó su mochila, donde guardaba dinero, identificación, teléfono y dirección de los primos que lo esperaban en la ciudad espacial. Por suerte él, se había topado con un salvadoreño que le ofreció techo, comida, compañerismo y fraternidad; una semana más comenzó a exigirle 100 dls a la semana para gastos de la casa.

-Aún no consigo trabajo, hoy fui a ver si me dan algo de dishwasher. Estoy más endeudado que cuando llegué, pero tengo fe en que las cosas se van a componer; por lo menos aquí hay trabajo, aquí si se puede uno ganar algo.

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